Clara
Nunca se metieron con Clara de
pequeña en el colegio, ella era de buena familia e iba a uno de los mejores
colegios de la región. Clara había nacido en el Congo, pero había tenido la
suerte de ser adoptada por una familia pudiente y con influencias, cuando
apenas era un bebé. Siendo tan pequeña, lo único que conservó de su lugar de
nacimiento fue el color de la piel.
Al llegar a adulta, Clara tenía
un gran grupo de amigos, ropa de marca, joyas, un buen coche… podía conseguir
todo lo que le apetecía, nunca había recibido un no por respuesta y tenía
acceso a cualquier cosa que se le pudiera ocurrir.
Cuando Clara empezó a trabajar
como responsable en una buena empresa, haciendo uso de las influencias de su
madre, tuvo que relacionarse con personas de diferentes índoles y
circunstancias.
En general podía soportar
relacionarse con todos sus compañeros, incluso con los menos cualificados,
porque los trataba lo justo. Pero su secretaria era una señora de unos 50 años
que provenía de una familia humilde, vestía ropa adecuada pero bastante usada y
su forma de hablar era la típica de los pueblos y, aunque era muy competente en
su trabajo, Clara no se sentía nada cómoda con ella.
Fue por ello por lo que estudió
los puntos débiles de su secretaria para poder pedirle cosas que sabía que no
iba a poder realizar a la perfección y tener una razón para echarla de la
empresa y así poder contratar a una persona que ella consideraba de más nivel.
A la hora de hacer entrevistas,
llegaron a la última fase dos chicos que tenían prácticamente los mismos
estudios, personalidad y habilidades. Uno de ellos era de Guinea Ecuatorial, y
el otro alemán. Clara se decantó por el chico alemán porque consideraba que
sería más serio y responsable, y que el otro seguramente tendría muchas
responsabilidades familiares, se ausentaría en más ocasiones y le daría más
problemas porque tenía orígenes más humildes.
Ese fin de semana, agotada de
todo el esfuerzo emocional que había soportado las últimas semanas hasta que
solucionó la situación, decidió irse con dos amigas a tomar unas copas a un pub
del centro.
Casi llegando al pub, pasaron por
una calle común cuando un grupo de hombres empezaron a importunarlas
diciéndoles cosas obscenas, por lo que ellas aceleraron el paso. Los hombres
las alcanzaron y uno de ellos agarró a Clara del brazo. A las dos amigas les
dejaron irse, no sin antes quedarse con sus móviles, pero a ella la retuvieron entre insultos racistas que no había
escuchado ni soportado jamás. Intentaban agredirla sexualmente mientras le
gritaban que, de una mujer, y encima negra, podían disponer como quisieran.
Una señora, que escuchó los
gritos de Clara desde el balcón, llamó a la policía inmediatamente, y bajó a
ayudar a la chica acompañada de los vecinos a los que le había dado tiempo a
avisar. En un minuto llegaban dos policías que estaban en ese momento fuera de
servicio disfrutando de una noche de copas en el pub al que Clara se dirigía y que
sin mucho esfuerzo detuvieron a los agresores. Mientras se preocupaban por el
estado de Clara, ésta se dio cuenta de que uno de los policías era idéntico al
chico de color al que no quiso contratar como secretario esa misma semana,
¿Cómo podía ser? Le preguntó confundida al policía, que con una sonrisa le
explicó que tenía un hermano gemelo, y que sería éste el que fue a la
entrevista de trabajo.
Clara estaba recuperándose del
susto y asimilando que le había salvado un policía cuyos orígenes había
despreciado, cuando quiso acercarse a la señora que había avisado a la policía,
para agradecerle su ayuda. Cuando la vio se llevó una buena sorpresa, esa mujer
era la secretaria a la que había despedido semanas antes por ser de condición
humilde.
En ese mismo momento, Clara se
dejó caer sentada en el suelo sollozando. Se dio cuenta de golpe de que había tenido
una conducta totalmente discriminatoria hacia las dos personas, incluso hacia
su propia identidad. Clara supo en ese momento que había aprendido una buena
lección de la peor manera.
Comentarios
Publicar un comentario